Nos recordarán, quizás,
en ese motelito
al lado de la carretera,
donde, entre broma y broma,
te obligué a pagarle tú
al muchacho de la puerta,
y después, para colmo de males,
olvidaste tu lencería en el cuarto
y riendo, regresamos a buscarla.
Nos recordarán, tal vez,
otros,
los que ese día estaban en el parque
cuando, en esa banca,
en esa tarde soleada
te sentaste sobre mis piernas
y nos estuvimos besando sin pudor
mientras acariciaba tus piernas
y acaso pensaron
“qué enamorados se ven”.
Se acordarán de nosotros,
seguro,
en ese café de Querétaro,
donde, tú, coqueta,
y con aires seductores,
te inclinaste
para que viera tus senos
enmarcados por tu escote,
y de la sorpresa
se me cayó el café caliente
en las piernas.
¡Qué escándalo!
Y contarán nuestra historia,
te lo aseguro,
los vendedores
ambulantes de esa playa
en Oaxaca,
donde te atreviste
a quitarte el sostén
por un momento
y después tuvimos que salir
corriendo y
entre risas,
con miedo de que llegara
la policía a ponernos en orden.
Acaso todos ellos nos recuerden.
Quizás no.
Pero yo… yo recuerdo,
a veces con mucho dolor,
cada uno de los momentos
que nos regalamos.
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