No supe entender que tenía un tesoro

La cama caliente
y tu piel suave…

Los pájaros cantando afuera,
en la mañana,
y los labios de tu boca, rojos…

Tus cabellos revueltos,
tu sonrisa pronta,
tus ojos somnolientos
y tu entrepierna húmeda…

Tus besos, ansia pura,
tus manos, viajando sin censura,
tus piernas que me invitan, abiertas,
y tu boca que envuelve
mi firmeza en su aventura,
sorbiendo, para recibir, entera,
mi locura…

Tenía el paraíso en mi cama
y no lo sabía…

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