• Los nuevos vacíos de mi vida

    Se ve el baño
    insoportablemente ordenado.

    Falta ese desfile sin fin
    de botellas conteniendo cremas,
    enjuages, lociones, pociones,
    aceites, perfumes y un sin fin más
    de chucherías.

    Y falta una pequeña pila de zapatos
    olvidados en la puerta de la entrada.

    Zapatos y sandalias de todos los colores
    y de todas las formas
    y para todas las ocasiones…

    Y hacen falta
    un sin fin de verduras de variadas formas
    esperando ser consumidas
    en el refrigerador.

    Y ya no están tus besos en la cama,
    ni tus canciones en la regadera,
    ni tus bragas en la silla del comedor,
    ni tus orgasmos sobre la mesa.

    Y nunca pensé decirlo,
    pero al parecer,
    me faltan esos miles de blusas
    y suéteres y faldas y medias
    y abrigos, todos tuyos,
    robándole el espacio a mi ropa
    en el armario, ahora vacío.

    Te has ido
    y has dejado un enorme vacío
    que no sé cómo llenar.

  • Yo ya no estoy para juegos pendejos…

    Ya no estoy para entregar un amor incondicional
    de esos, de telenovela, que dan todo;
    que sacrifican todo,
    por nada.

    Ya no estoy para reparar personas rotas,
    ni busco que nadie me repare.

    Doy en la medida en que me dan.

    Todavía soy capaz de amar, y mucho.

    Pero voy soltando conforme me van dando.

    Si me llaman, llamo.
    Si me procuran, procuro.
    Si me cuidan, cuido.

    Evito las personas con poco interés.

    Ya no juego juegos tontos
    ni intento leerle la mente a nadie.

    Estoy para amar, y mucho,
    siempre que me amen, y bien.

    Si quieres mi corazón entero,
    vamos dándonos uno al otro
    a cachitos
    y a ver hasta dónde llegamos.

  • Contigo…

    No importaba el lugar, ni la hora…
    importaba que fuera contigo.

    No importaba si era filete
    o tacos de canasta…
    importaba que tú estuvieras ahí,
    para hacerme reír con tu sonrisa.

    No importaba si no había dinero,
    si no había comodidades
    o si teníamos que viajar en metro.

    Lo que era importante
    era despertar cada mañana
    con tu cabello sobre mi cara
    y tu piel desnuda, suave y tibia
    al lado de la mía.

  • De haber sabido…

    Si hubiera sabido
    cómo íbamos a terminar
    y lo mucho que íbamos a padecer…

    Te hubiera amado de todas formas.

    Porque estaba destinado
    a enamorarme de esos ojos negros
    que cargan con la noche todos los días.

    Porque me tocaba ansiar
    besar esos labios,
    rojos como una fruta de granada.

    Porque no hubiera podido irme
    de este mundo
    sin haber acunado primero
    tus senos en mis manos.

    Porque no hubiera sabido vivir
    sin haber estado dentro tuyo,
    rodeado de esa caliente humedad
    que sabía, a momentos,
    apretar mi firmeza.

    Me hubiera enamorado de todas formas.

    Si acaso,
    hubiera intentado amarte menos
    y amarme un poco más…

  • Mi abuela, tan querida…

    Extraño a mi abuela.

    Extraño poder acurrucarme en su pecho
    y llorar sin consuelo
    los amores que mal me pagaron.

    Extraño sus palabras de sabiduría
    y su inquebrantable creencia
    de que lo mejor aún vendría.

    Extraño poder hacerla guardián
    de mis confidencias
    y oír de ella confesiones
    que escandalizarían
    al resto de la familia.

    Extraño poder reír
    como reía con mi abuela
    y no me avergüenza decir
    que nunca más
    he vuelto a reír así,
    como con ella.

    Extraño nuestras tardes en la cocina
    conmigo hablando
    y con ella cocinando.

    Extraño sus frijoles charros
    y su café de olla
    y su mano sobre la mía
    mientras yo lloraba,
    intentando reconstruir mi vida.

  • Morir de amor

    Nadie muere de amor
    dicen
    pero está lleno de muertos,
    el cementerio.

    “¿y tú crees
    que murieron de amor?”
    me preguntas.

    “Y… no sé”, te contesto,
    “entre tantos, alguno
    habrá tenido que morir
    de amor, ¿no?”

    No hay mal que dure cien años
    sentencian, juiciosamente,
    pero están llenas
    las terapias
    de pacientes.

    “¿Y tú crees,
    que es por amor?”
    preguntas,
    otra vez.

    “Y… no sé, cariño”, respondo,
    “yo he conocido a varios,
    que por eso,
    ahí terminaron.”

    “No hay mal que dure cien años”,
    “Nadie se muere de amor”…

    Qué fácil es hablar del amor
    cuando no se le ha sufrido.

  • Otra vez…

    Hagámonos
    ¿te parece bien?
    otra vez amantes.

    Descubrámonos de nuevo
    como si fuera la vez primera.

    Quiero maravillarme otra vez,
    como si fuera nuevo,
    ante el brillo de tus ojos,
    y quiero que tiembles otra vez
    cuando oigas tu nombre
    entre mis labios.

    Hagámonos
    ¿quieres?
    el amor por vez primera
    otra vez.

    Quiero verte otra vez,
    tímida, pero candente,
    con miedo, pero también con deseo
    mientras te desnudas para mí
    por vez primera,
    otra vez.

    Hagámonos
    ¿se te antoja?
    madejas enteras de fantasías,
    de deseos por primera vez confesos,
    de historias largamente acariciadas.

    Hagámonos
    ¿te parece bien?
    otra vez amantes.

  • En el fuego de la noche

    En el fuego de nuestra relación
    como leña, nos fuimos consumiendo,
    pero yo no sabía que tu pasión
    de a poco se iba resistiendo.

    Yo ardí rápidamente
    pleno de confianza,
    y tú ardiste lentamente
    con mucha desconfianza.

    Lo dí todo y sin reproches
    Y tú diste casi nada;
    no te conocí derroches.

    Al final te fuiste
    confiada y tranquila.
    Yo me quede triste,
    y tú andabas de huila.

    Ni me quejo, ni te miento,
    lo que tengo, lo gané
    por poner mi sentimiento
    en todo lo que te amé.

  • Lo que ya no es

    Un futuro que no será,
    un presente que no es
    y un pasado que día a día
    va dejando de haber sido.

    Me queda solamente
    todo aquello que no fuimos,
    todo lo que no logramos
    y los atardeceres
    que juntos no veremos.

    Perder un gran amor
    es despedirse de la vida que pudo ser
    y que ya jamás será.

  • Te vas quedando atrás…

    Conforme van pasando los meses
    te vas haciendo más chiquita,
    como los objetos
    que se ven
    en el espejo retrovisor
    de un auto que avanza.

    Se van quedando atrás los resentimientos,
    pero también el amor…

    Van desapareciendo los enojos,
    pero también la ternura…

    Te vas desapareciendo,
    borrándote en la distancia
    de la larga carretera de mi vida.

  • Mi conflicto interno

    ¿Esperarte
    o superarte?

    Hay una parte de mí
    que te quiere esperar
    y otra parte
    que te quiere superar.

    La mitad de mí
    se asoma por la ventana
    esperando verte llegar.
    La otra parte de mi alma
    quiere las cortinas cerrar.

    ¡Qué delicia sería verte llegar con tu maleta,
    caminando bajo la lluvia hacia nuestra puerta,
    verte alzar la cabeza, sonriendo,
    y agitar la mano, saludándome alerta!

    Esa parte de mí que te espera,
    correría para ayudarte en la entrada.
    Con los ojos brillantes,
    iría,
    descalzo y en pijama,
    iría
    corriendo a cargarte la maleta.

    Pero la otra parte de mí,
    la que busca superarte,
    cerraría la ventana y la puerta,
    colgando un letrero de “cerrado”,
    esperando no verte nunca más.

  • Un buen amor

    Decidieron enfrentar el mundo juntos.

    Se prometieron fidelidad eterna.

    Se juraron apoyo incondicional.

    Se imaginaron derrotando cíclopes,
    cabalgando pegasos.

    Iniciaron la aventura juntos,
    una fría mañana de otoño.

    Recorrieron praderas y montañas
    sin saber exactamente qué era
    lo que buscaban,
    más allá
    de querer encontrarlo juntos.

    Rompieron escudos y perdieron lanzas,
    encontraron amigos e hicieron enemigos.

    Y a lo largo de los años
    fueron forjando una alianza
    capaz de enfrentar los retos más grandes,
    la potente ira de los dioses
    y las mayores desventuras cósmicas.

    Su amor tiene la fuerza de mil titanes.