Cuando tenga que responder en mi juicio final y me pregunten por ti, les diré sin ninguna sombra de arrepentimiento que te quise sin reservas, aunque sabía que eras de otro.
Que nos deseamos con una pasión que hasta entonces no habías vivido en tu vida.
Que tuvimos sexo muchas veces y en unas pocas, hicimos el amor.
Y que yo sé, que jamás volviste a sentir con la intensidad que sentiste conmigo.
Pero tendré que explicar que mientras tú me besabas con deseo y ansiedad, yo te besaba buscando la eternidad.
Parece ser que íbamos detrás De cosas tan distintas. Verás, tú buscabas un ferviente admirador, y yo quería una compañera en el amor.
Todos en esta vida tenemos amores buenos y amores malos.
Si ya tuviste un amor malo, déjalo atrás. No le des más vueltas ni más vida.
Entiérralo bien profundo y no lo visites más.
Pero si has tenido un amor bueno, siémbralo y cultívalo. Riégalo todos los días. Tómale fotos, hazle un millón de recuerdos.
Platícalo con los amigos, festéjalo, publícalo por todo lo alto y trabájalo todos los días.
Haz todos tus esfuerzos para que se quede siempre contigo.
Alguien dijo una vez que la tierra es de quien la trabaja. El amor también. El amor es de quien se cultiva y cultiva cada día el amor que Dios le ha dado para que crezca cada día más fuerte, más grande y más hermoso.
Aunque te hayas ido, nuestro amor es para siempre.
Los besos que nos dimos, las promesas que nos hicimos, los abrazos que en la noche se perdían, y los sueños que juntos construimos…
Todas esas cosas quedaron grabadas en mi corazón y en el tuyo, y también, en el vasto lienzo del universo, escritas con el tinte eterno de nuestra pasión.
No se fueron a ningún lado, y cuando elevas la vista a las estrellas, nuestra historia sigue allí, inscrita en el firmamento, eterna y bendita.
Tú te fuiste, pero el sueño de un “nosotros”, unidos y amándonos, permanece cincelado en la pared de piedra de la eternidad.
Los pájaros cantando afuera, en la mañana, y los labios de tu boca, rojos…
Tus cabellos revueltos, tu sonrisa pronta, tus ojos somnolientos y tu entrepierna húmeda…
Tus besos, ansia pura, tus manos, viajando sin censura, tus piernas que me invitan, abiertas, y tu boca que envuelve mi firmeza en su aventura, sorbiendo, para recibir, entera, mi locura…
Ven a conocerme otra vez, ahora que los campos están verdes y yo he renacido nuevo.
Ven a conocerme otra vez, ahora que vuelo con alas nuevas, ahora que brilla alto el sol en el cielo.
Ven. Conóceme ahora.
Ahora que se han ido las tristezas. Ahora que he aprendido de lecciones y razonamientos. Ahora, que ya se fue la nieve y las flores nos saludan desde el monte.
Ven a conocerme otra vez, ahora que he aprendido a vivir sin ti, y sin embargo, aún quiero vivir contigo.
Los vio venir de frente cuando ya era demasiado tarde.
Ella venía colgada del brazo de su nueva pareja. Venía riendo. Le brillaban los ojos y hablaba casi gritando. Indudablemente, estaba irremediablemente enamorada.
Se le vinieron al pecho sentimientos encontrados. Una pequeña satisfacción al verla contenta y una lanza de celos clavada en el corazón por verla contenta… con otro.
Se recordó caminando con ella, precisamente por esta misma calle, el último día. Sin embargo, ¡qué diferentes se veían! Caminaban en silencio, separados. Ella miraba hacia los escaparates de las tiendas y él veía hacia la calle, los autos que pasaban. Habían terminado unas horas después.
¡Mierd@! Qué pequeño, el mundo, ¿no? Tendría que haberse mudado al otro lado de la ciudad. Tendría que haberse ido a otra ciudad. Pero no, no había hecho nada. Y ahora estaba a punto de encontrarse frente a frente con ella, y para colmo, ella venía con el nuevo novio. (Tenía que ser el novio; ella no acostumbraba colgarse así del brazo de cualquier amigo).
Miró a su izquierda y vio una florería. Entró ahí rápido para esconderse y se arrepintió al instante: era el lugar al que solían ir juntos; compraban flores; conversaban con un poco con la dueña; en fin. Cosas de enamorados.
Se consoló pensando que solo estaría ahí un instante. Miró a la calle, esperando verlos pasar.
Un instante después los vio pasar. Pero ella, mujer al cabo, se detuvo a ver las flores. ¡Demonio! Qué inconveniente. Seguía sonriendo. Cuando ella miraba a su pareja, sus ojos pasaban de la boca a los ojos del novio, como pidiendo a callados y fuertes gritos un beso. (Tenía que ser el novio. Ella no miraba así a nadie si no estaba enamorada).
Cuando ella finalmente miró al frente, al fondo de la tienda, desgraciadamente, sus miradas se encontraron. Ella aspiró aire repentinamente, se puso derecha y abrió mucho los ojos. Como quien descubre un fantasma. Y vaya que sí, que había visto uno. El novio (tenía que ser el novio. Nadie más reacciona así) le giró suavemente la cabeza con la mano y le preguntó algo. Seguro, si estaba bien.
Ella bajó la mirada, suspiró y dijo algo. Seguro, que estaba bien.
Casi lo empujó para seguir caminando por la calle, mientras se enjugaba discretamente una lágrima.
Y él se quedó ahí como un estúpido. Cuando miró al mostrador, encontró a la dueña, mirándolo preocupada.
Él tomó una rosa. La miró. Aspiró el aroma un instante.
Qué ridícula le parecía ahora una rosa: es la flor del romance, y la verdad es que en su vida, ya no había romance.
La colocó de nuevo en su lugar. Alzó los ojos y le sonrió discretamente a la dueña del lugar, que, con las manos en el pecho, lo seguía viendo preocupada.
Después salió y siguió su camino, silbando. Con la frente en alto.
Iba andando más ligero.
Había entendido que su pasado estaba escrito en piedra. Pero él no tenía que llevarla sobre sus hombros.
Pero estuve recordando una relación pasada y esto fue lo que pensé.
El amor ideal entre una pareja está hecho de confianza y alegría.
El amor ideal entre una pareja es un espacio seguro donde puedes hablar de tus fantasías más íntimas, y de tus más grandes secretos, y mostrarte tal cual eres, sin filtros.
Es quizás el único lugar, fuera de ti mismo, donde puedes ser tú mismo.
En el amor verdadero, (quiero pensar) no tienes que mentir, ni pretender ser quien no eres.
No tienes que estar persiguiendo la aceptación de la otra persona, ni tienes que estar pasando pequeñas “pruebas”, ni tratando de leer mentes.
En el amor verdadero no van a usar en tu contra una confesión que hiciste cuando estabas vulnerable, o un gran secreto que confiaste en un momento de intimidad.
En el amor verdadero no existe el “todo lo que digas puede y será usado en tu contra”. ¡Se supone que estás con tu mejor amigo!
Y si no es así, es hora de empacar y seguir adelante.