• Mujer-río

    Eres mujer-río
    que baja desde lo alto de las montañas,
    y que va erosionando
    lentamente
    cada roca
    que se interpone en su camino.

    Avanzas lenta, pero inexorable.

    Te labras caminos donde no existen.

    Impredecible,
    mutas, a veces, en curvas,
    y a veces, en rápidos.

    A momentos te tornas suave y lenta,
    para después volverte,
    en ocasiones, veloz y violenta.

    Eres mujer-río
    y nada puede detenerte
    en tu imparable camino
    hacia el mar de mis amores.

  • Ella, la que no se olvida

    Hay una mujer en tu historia
    que ocupa más que tu memoria.

    Esa, la que sabía sonreír en el momento justo.
    Esa, la que reía con la fuerza de mil hadas en una madrugada encantada en el bosque.

    Esa, la que tenía el comentario correcto cuando estabas deprimido
    y que supo hacerte el amor como nadie más lo ha vuelto a hacer nunca.

    Esa, la que después de tanto tiempo
    sigue siendo principal protagonista de tus más frecuentes fantasías,
    salpicadas de memorias y promesas incumplidas.

    El recuerdo de esa mujer en particular,
    en los días sencillos, te arranca una sonrisa,
    y en los días más complicados,
    te roba también una lagrima.

    Y es que hay una parte de esa mujer
    que se quedó a vivir para siempre en tu corazón
    y sin importar terapias, ni manuales, ni planes,
    ella se ha negado a salir de ahí.

    Y hay un pequeño rincón en tu alma
    que aún espera, contra toda razón y lógica,
    que vuelva un día
    con una sonrisa, quizás con una disculpa,
    y más de un beso.

    Tú sabes de quién hablamos.

  • Nos hicimos amantes

    Nos hicimos amantes
    porque no nos daban para más
    las reglas de este mundo…

    Porque los puestos de marido y mujer
    ya estaban ocupados…

    Porque no podían ya nuestros cuerpos
    sudar separados…

    Porque nuestros deseos
    ya habitaban una misma cama
    y porque nunca pensamos
    que amar y desear con tantas fuerzas húmedas
    fuera pecado.

    Porque el contoneo de tus caderas
    cuando salías de mi oficina
    ya me estaba volviendo loco…

    Y porque las blusas escotadas que te ponías,
    para inclinarte sobre mi escritorio
    (y sin sostén)
    fueron por demás convincentes.

    Nos hicimos amantes
    porque la primera vez que
    estiré las manos
    para tocar tus senos
    en tu oficina, cerraste un momento
    los ojos para disfrutar de mis caricias,
    pero luego los abriste
    para besarme en la boca.

    Nos hicimos amantes
    y nos dedicamos
    a decorar nuestra vida
    de besos y caricias furtivas,
    entre miradas cómplices
    y susurros culpables.

  • Mujer-Sol

    Eres Mujer-Sol.

    En tus ojos brillan mil estrellas,
    y tus manos son constructoras de mundos.

    Tu sonrisa aleja las sombras
    por donde pasas
    y tu mirada
    es el camino que yo sigo.

    Eres Mujer-Sol.

    Tu fuerza, tu luz y tu calor
    me sacan de la noche
    y me transportan
    a un nuevo y brillante día.

  • Dentro de mi cabeza

    Después de que terminamos,
    tuvimos un millón de pláticas imaginarias
    dentro de mi cabeza, tú y yo.

    Esas pláticas revivían nuestras últimas peleas,
    y en esas charlas, yo finalmente encontraba
    las respuestas correctas a tus reclamos;
    podía expresar mis sentimientos
    y tú explicabas el porqué de tus acciones.

    En algunas de ellas, me confesabas que aún me amabas,
    y en unas cuantas, regresábamos.

    Se dieron esas pláticas durante un tiempo.
    Pero luego entendí, que si esas conversaciones fueran reales,
    no debían centrarse en quién ganaba y quién perdía;
    o quién tenía razón y quién no.

    Si realmente nos hubiéramos amado,
    se hubieran centrado en perdón, en colaboración
    y en trabajo en equipo para crear juntos una mejor pareja.

    Esas otras charlas
    también se dieron en mi mente por algún tiempo.

    Pero finalmente entendí
    que nunca más volveremos a hablarnos, ni a vernos.

    Ahora hablo con personas reales,
    fuera de mi cabeza
    y busco crear relaciones
    adultas, estables y duraderas.

  • No sé qué pasó…

    No sé qué nos pasó
    y no sé si tú lo sepas.

    Pero fuiste perdiendo tu sonrisa día con día.
    y yo te fui perdiendo poco a poco.

    Nuestras pláticas se fueron haciendo
    cada día
    más rutinarias:
    cada vez más palabras,
    pero menos contenido.

    Dejaste de usar un tono dulce conmigo;
    comenzaste a hablarme como a los demás
    y después, cuando tu voz finalmente se endureció,
    peor que a los demás.

    Tu mirada perdió brillo
    y se volvió fría y crítica.

    Dejamos de tomarnos la mano al caminar,
    de mirarnos a los ojos al hablar,
    de besarnos y de hacer el amor.

    Dejamos de hacernos confidencias y confesiones.

    Se acabaron los abrazos y las risas.

    Nos fuimos alejando
    cada vez más rápido
    hasta que llegó el día
    en el que nos sentimos aliviados
    de alejarnos.

    De extraños
    a amigos
    a amantes
    a enemigos.

    Extraños, los ciclos que nos da la vida.

  • Cuando vengas, si vienes

    Cuando vengas,
    ven contenta y satisfecha.

    Llega por la mañana,
    cantando canciones de paz y alegría.

    Llega con un ramillete de sonrisas
    y unos ojos brillantes
    que opaquen el brillo del sol.

    Si vienes,
    no traigas dramas ni berrinches,
    que no creo que el amor
    se demuestre peleando,
    ni en competencias infantiles.

    Cuando llegues
    trae la paz, no te la lleves.

  • Encontrar un camino

    Encontrarán siempre un camino
    dos almas que quieren estar juntas.

    No importarán distancias, ni husos horarios,
    ni tareas, ni trabajos, ni familias,
    ni amigos, ni enemigos.

    El amor verdadero es como el río
    que va encontrando su camino al mar,
    a través de bosques y montañas.

    Nada lo detiene, y aunque se desvíe,
    inevitablemente llega a su destino.

    No existen los pretextos,
    para amores verdaderos,
    solamente existen proyectos,
    para crearse caminos duraderos.

    Evita a las personas que tienen un pretexto
    para cada una de tus propuestas;
    que tienen un problema,
    para cada una de tus soluciones.

    Y guárdate para la persona que esté dispuesta,
    a recorrer contigo el camino
    sin importar lo empinado de la cuesta.

  • Me gustan las mujeres…

    Me gustan las mujeres
    de sonrisa pronta, abundante y grande.

    Esas mujeres a las que no les importa
    no tener los dientes perfectos.
    Esas, que sonriendo, saben opacar toda la gloria del sol.
    Esas, que acompañan sus sonrisa sincera
    con el brillo de sus ojos.

    Me gustan las mujeres de cabello largo;
    las que saben usarlo para cubrir coquetamente sus senos
    cuando están desnudas frente a mí.
    (Y es que a mí me encanta mover ese cabello
    para descubrirles todos sus encantos).

    Me gustan las mujeres que no se preocupan por su peso,
    a las que no les importan las estrías ni las arrugas;
    las que, al descubrirse otra cana, se alegran, y la peinan al frente,
    para ir formando ese orgulloso penacho plateado.

    Me gustan las mujeres que se sienten cómodas
    tanto en pantalones de mezclilla, como en vestido largo,
    las que saben comer en el mercado, y en el restorán más caro,
    las que saben bailar en el patio de la casa
    y en el centro nocturno de moda.
    Y también las que saben bailarme en lencería,
    mientras se van desnudando,
    justo antes de hacer el amor.

    A las que, sonriendo, les gusta hacer a un lado sus braguitas
    para hacer el amor en el monte, en la milpa,
    en la playa, o en la sala de la casa.

    Me gustan las mujeres que comprenden
    que es igual de importante
    el café matutino, (a veces con
    un pequeño pan dulce),
    que el tequila de la noche;
    ese “único” caballito de tequila,
    que a veces puede llegar a ser
    más de cinco.

    Me gustan las mujeres
    que descansan su cabeza sobre mi hombro
    cuando estoy cantándoles con la guitarra
    o cuando les leo un libro de poemas.

    Bendito tesoro,
    una mujer que todavía puede sonreír
    con toda la sinceridad y alegría de su corazón.

  • Dueles, hija de la chingada…

    Tu recuerdo siempre duele,
    pero hoy, al imaginarte
    haciendo el amor con alguien más,
    has dolido más que nunca,
    en un dolor vivo, físico y presente,
    como una daga clavada en el corazón
    que ni siquiera estos renglones
    logran sacar.

    Ha sido un dolor sorpresivo,
    como un ataque al corazón
    que no esperaba,
    ahora que pensaba
    que te había olvidado.

    Ojalá no nos veamos nunca más.
    No soy lo suficientemente fuerte
    para soportar este dolor dos veces.

  • Lo poco que entiendo del amor

    Me enseñaron los años
    que al amor no se le manda, ni se le exige,
    y que el que intenta hacerlo
    queda como un asno maleducado.

    Que el amor no se ordena en Uber,
    ni se busca en Facebook.

    Que no se gana el amor con “likes” ni con “shares”.

    El amor
    no se persigue,
    no se pide,
    no se ruega,
    ni se negocia.

    El amor, para bien o para mal,
    llega cuando tiene que llegar,
    que es lo mismo que decir
    que llega cuando le da la gana,
    (y no siempre en el mejor momento).

    Llega, a veces, como una bienvenida lluvia
    en medio de un verano de sequía,
    y otras como una cubetada de agua fría
    bajo una tormenta en una noche sin estrellas.

    A veces no llega nunca.
    Muchas veces, cuando no es llamado.
    En algunas ocasiones, incluso si es rechazado.

    Llega o no llega.

    No se le trabaja, como la veta de una mina.
    No se le atrae, como en campaña de mercadotecnia.

    Eso sí:
    Hay que estar muy guapos,
    muy arregladitos y
    muy bien trabajados,
    por si acaso llega,
    que nos encuentre en nuestro mejor momento. 🙂

  • En la inédita novela de nuestra vida…

    En un universo de infinitas posibilidades,
    coincidimos.

    Entre un sin fin de posibles rutas,
    nos enamoramos.

    (O por lo menos, yo me enamoré de ti).

    Contra todos los pronósticos,
    nos besamos.
    Y después… seguimos besándonos.

    Con besos cada vez más largos,
    más profundos,
    y acompañados
    de nuevas osadías.

    A pesar de lo que todos pensaban,
    terminamos juntos en una cama,
    haciéndonos el amor.
    Pocas veces, lo hicimos, para mi gusto,
    pero a lo largo de varios años.

    Y estarás de acuerdo,
    que sacábamos chispas,
    cada vez que hacíamos el amor.

    Escribíamos poesía erótica juntos
    hasta caer rendidos al amanecer,
    con las pieles brillantes de sudor y de deseo,
    y nuestras almas, satisfechas y contentas.

    Y después, como queriendo sorprender
    con un final inesperado
    a los lectores de nuestra vida,
    decidiste,
    de manera unilateral,
    que no éramos
    el uno para el otro.

    Ahora escribes renglones solitarios
    en una libreta que nadie lee.